Por Bruno Witker Robeson
La construcción de la utopía siempre ha sido una de las tantas búsquedas del ser humano. Desde tiempos antiguos, grandes filósofos han planteado las distintas posibilidades de lograr el mejor de los mundos posibles.
Lo podemos ver desde los pensamientos de Platón, en la Grecia clásica, pasando por la famosa obra “Utopía” de Tomás Moro, y así tanto otros que, hasta el día de hoy, siguen pensando y repensando las posibilidades de la construcción de una sociedad perfecta.
Bajo esa perspectiva, el director y guionista Matt Ross nos presenta la historia de un clan familiar que vive su propia experiencia utópica en los bosques de Estados Unidos.
Una familia que, a pesar de la vorágine del mundo contemporáneo occidental, ha decidido tensionar las bases de la sociedad y crear su propia comunidad, con sus propias reglas, inspirándose en varios de los grandes autores y pensadores de la historia de la humanidad.
Por eso mismo, la película nos deja claro que esta familia no reniega del pasado, de la cultura y de la historia humana, sino que la lee, la estudia y reflexiona a partir de ella.
A pesar de sus claras influencias pasadas, “Capitán Fantástico” es una obra cinematográfica extremadamente actual y pertinente en el siglo XXI.
Es fruto de los problemas y críticas que han surgido de la modernidad y del capitalismo, por eso tiene sentido y no deja indiferente a nadie.
Algunos la amarán, a otros les disgustará, lo que es innegable es que te obliga a pensar sobre los dilemas humanos y morales que se desarrollan en la historia, logrando que nos queden preguntas dando vueltas en la cabeza al terminar de verla: ¿Será realmente la utopía que se necesita actualmente para superar los problemas del capitalismo moderno? ¿O es una demostración más de que las utopías son imposibles y en algún momento, inevitablemente, fracasan? ¿Cuáles son los límites de la crianza en una familia? ¿Y cuáles son los límites de la sociedad en su influencia privada y familiar?
TÍO NOAM VERSUS TÍO SAM
En una de sus tantas reflexiones, Noam Chomsky, intelectual, académico y profesor judío-estadounidense, planteaba la siguiente frase: “si asumes que no hay esperanza, entonces garantizas que no habrá esperanza. Si asumes que hay un instinto hacia la libertad, entonces aún hay posibilidades de cambiar las cosas”.
En ella, se posiciona el valor de la libertad como el motor que ha logrado que los seres humanos logren cambiar su realidad, avanzar, crecer y desarrollarse. De alguna u otra forma, la libertad se transforma en la herramienta que nos hace mantenernos con vida y hacer de nuestra existencia algo único y valioso.
La anterior premisa es la que sostiene la decisión de Ben, el Capitán Fantástico, el patriarca de esta familia de seis niños que viven en un bosque alejado de las influencias de la sociedad capitalista moderna de Estados Unidos.
En cierto sentido, él, junto a su esposa, toman la decisión de criar a su descendencia de forma autónoma, justificando su decisión en ese “instinto de libertad” que planteaba Chomsky, con el fin de intentar cambiar las cosas.
Este experimento no es más que la búsqueda de esta familia de no perder la esperanza, ante una sociedad corroída por el consumo y las emociones superfluas.
Por lo tanto, no es descabellado que esta familia tenga a Chomsky como modelo de vida, incluso llegando a celebrar el “Día de Noam Chomsky”, reemplazando celebraciones que, según ellos, carecen de sentido, como la Navidad. Es como si este gran pensador contemporáneo fuese una especie de santo secular al que toda la familia conmemora y, sobre todo, lo estudia y lo valora.
“¿Prefieres celebrar a un duende mágico ficticio en lugar de un humanitario vivo que ha hecho tanto por promover los derechos humanos?” le increpa el padre a uno de sus hijos que cuestiona sus prácticas, evidenciando la valoración del pensamiento crítico que él espera desarrollar en su familia, pero, al mismo tiempo, transparentando la importancia de los derechos humanos y de los valores que han logrado que nuestra humanidad avance hacia un mundo mejor.
Con todas estas acciones, aparece un subtexto fundamental para entender las tensiones que se vive en “Capitán Fantástico” y que articulan gran parte de las acciones de la historia: La valoración de Chomsky nace del rechazo a la cultura consumista heredada de la sociedad capitalista estadounidense. De alguna forma, Chomsky representa, para esta familia, su instinto de libertad y su esperanza.
Cuando todo el clan le canta cumpleaños feliz a Chomsky, llamándolo cariñosamente “Tío Noam”, es inevitable hacer el contraste con el clásico “Tío Sam” gringo. Lo que representa el primero es totalmente opuesto a lo que personifica el segundo.
Uno simboliza la genuina libertad del ser humano, valorando su libre albedrío y su capacidad de pensamiento y discernimiento, buscando la construcción de una humanidad íntegra; en cambio el otro, personifica la degradación de la sociedad, absorbida en una cultura instantánea y plástica, donde el consumo es su máxima expresión de vida.
Mirándolo desde otra perspectiva, las ideas de Noam proyectan un ideal de superación y libertad plena y genuina del individuo para la construcción de un colectivo fuerte y sinérgico; en cambio, las ideas de Sam aparecen como esa libertad que solo viene en forma de estatua y tarjetas de créditos.
¿ABAJO EL SISTEMA?
A lo largo de la película, podemos ver que la familia se comunica con un saludo en clave que representa muy bien ese ideal utópico y rebelde: cuando un miembro dice “el poder para el pueblo”, el otro responde “abajo el sistema”.
Una declaración de principios de una familia que rechaza los cimientos de la sociedad capitalista moderna norteamericana y que cree, firme y lealmente, en el proyecto utópico que crearon sus padres.
El momento de tensión llega cuando se conoce la noticia del suicidio de la madre y parte de esta utopía empieza a fragmentarse. Uno de los pilares que habían creado y sostenido esta comunidad ya no estaba.
La crisis es tan profunda que el mismo Ben le cuenta a sus hijos, con detalle y sin ocultarles nada, haciéndolos vivir la pena real de la muerte, para luego cerrar con el consuelo: “Seguiremos viviendo de la misma forma. Somos una familia”, dando a entender que la vida es un ciclo y para eso estaba la familia.
Si a lo anterior le sumamos el hecho que la familia materna, principalmente el abuelo, no quería saber de Ben y, por ende, le tenía prohibido asistir al funeral (pues lo sentían responsable del suicidio de su esposa), el sentimiento de frustración de los hijos es aún mayor. ¿Cómo iban a seguir viviendo de la misma forma?
De alguna manera, este mundo “de afuera”, ese mundo “real” que tanto criticaban y renegaban, los estaba desafiando. Es aquí donde el saludo en clave cobra más sentido, logrando que la muerte de la madre se transforme en el insumo necesario para salir al mundo y enfrentarlo, para hacer caer ese sistema que no permite cumplir la última voluntad de la creadora de la comunidad y que sus hijos estén junto a ella. ¿Seguir viviendo de la misma forma? Imposible bajo esos términos.
Así, Ben y los seis hijos, esta familia dispareja, pero armónica, parten en este viaje arriba de un bus gigante, muy al estilo de “Little Miss Sunshine” (2006). Un viaje de búsqueda, una especie de travesía por la justicia de despedir a la madre que, al mismo tiempo, servirá de rito de iniciación para todos los hijos cuando se enfrenten realmente a esa sociedad que han buscado evitar.
“Recuerden su entrenamiento”, enfatiza el padre, haciendo alusión a que pondrán a prueba todo lo aprendido en esta utopía de los bosques.
El hecho de salir a enfrentar este sistema, nos hace volver a la idea del Tío Noam versus el Tío Sam. El contraste es evidente y comienza a articularse como los detonadores del conflicto narrativo dentro de la película.
En algunos casos se mostrará lo positivo de esta enseñanza utópica, al demostrar como los hijos de Ben estaban más preparados teóricamente que sus primos, quienes fueron criados en la sociedad capitalista y no sabían que era la Carta de Derechos o no tenían idea de política.
Pero el problema real surge cuando este mundo, hasta entonces prohibido y rechazado, comienza a atraer y poner en tensión las creencias y dogmas adquiridos durante la infancia.
¿Cómo hacemos caer el sistema si no logramos sobrevivir a él? ¿Es realmente útil vivir totalmente aislados de la sociedad que criticamos? Las creencias inculcadas llegan a tal nivel de tensión que logran hacer tambalear a los más escépticos, o a los más adultos como es el caso del hermano mayor. “¡Soy un raro por tu culpa! ¡Nos hiciste raros! ¡Y mamá lo sabía! ¡Lo entendía!
A menos que salga de un maldito libro, ¡yo no sé nada de nada!” le recrimina el primogénito al padre, evidenciando el temor que le produce enfrentarse a un mundo al que solo se ha acercado a partir de lo teórico. Quizás aquí llegamos al punto de inflexión de la utopía de esta familia, si queremos lograr el objetivo del saludo clave, ¿cómo lo hacemos sin práctica, sin experiencia, sin conexión con la sociedad a la que criticamos y pretendemos hacer caer?
UN PRECIOSO ERROR
Volviendo a las ideas utópicas de la historia que se plantearon al inicio, una de las que más se muestran en “Capitán Fantástico”, es la inspirada en “La República” de Platón y su idea de una polis ideal que fuera gobernada por un filósofo rey.
En este antiguo libro se plantea la idea de ser liderados políticamente por gente culta e instruida, capaces de inspirar moral, espiritual e intelectualmente al resto de la población para, de ese modo, construir una sociedad basada en el conocimiento, en el pensamiento y la reflexión constante de nuestro actuar.
Así, durante la película, se da a entender que la madre de esta familia quería que sus hijos se transformaran en los reyes filósofos que este mundo moderno necesitaba, entendiendo que debían criar hijos integrales con gran capacidad de discernimiento, críticos y reflexivos, donde experimentaran la genuina libertad del ser humano y desarrollando el libre albedrío de forma natural, sin ser permeados por el consumo y el capitalismo voraz.
Quizás muchos coincidamos con la propuesta teórica de estos padres, no es algo descabellado e, incluso, es una idea potente a desarrollar como parte de cualquier currículum educativo, pero el problema se presenta al tratar de determinar cuáles son los límites de la crianza familiar. ¿Hasta qué punto las decisiones de un padre o una madre afectan en el desarrollo de un hijo? ¿Hasta dónde puedo llegar, como padre y responsable de otras vidas, al influenciar con mis propias ideas? Es aquí donde llegamos al verdadero corazón de la película.
La cinta “Capitán Fantástico” puede estar cargada con un discurso anti sistema, pero la gran reflexión no apunta hacia la sociedad misma, sino que a la familia y, específicamente, a los padres.
La película de Matt Ross es una bofetada que todo padre y madre debería recibir, independiente de si comulga con las ideas del protagonista o no; porque lo que está en juego es cómo la crianza afecta a los niños y cómo, muchas veces, se intenta moldear a los hijos en base a nuestros propios intereses, temores e ideas. Finalmente, esta hermosa y colorida historia es un recordatorio de que la crianza, la paternidad y la maternidad, no está nunca definida y debe ser constantemente cuestionada.
Justamente, a partir del último punto, es que Ben reconoce su error. Al ver cómo sus hijos se sienten a gusto en la casa del abuelo burgués y después de la sentencia de este mismo, diciendo “aunque logren superar lo que sea que les haces, no tendrán ninguna preparación para el mundo real”, el patriarca cede y reconoce que quizás se pudo haber equivocado. Aún así, sin renunciar a sus principios, declara que fue un error, pero un precioso error.
No declara su fracaso, como tampoco sentencia el triunfo del capitalismo, simplemente reconoce que quizás, no todo lo que hizo fue correcto y da el espacio a su autocrítica. ¿No es ese el verdadero aprendizaje que nos deja esta película? La paternidad y la maternidad deben ser autocríticas, sino, se corre el riesgo de caer en dogmatismos rígidos que no dan espacio a la libertad y en errores difíciles de superar con el tiempo.
En cierto sentido, la historia que se narra en “Capitán Fantástico”, guarda ciertas similitudes con la película “Hacia Rutas Salvajes” (2006) de Sean Penn.
En esta, el protagonista, también cansado de la sociedad capitalista burguesa de Estados Unidos, renuncia a todo buscando la felicidad en la naturaleza. Al final, en su lecho de muerte, plantea la reflexión que más trascendió: “la felicidad solo es verdadera cuando es compartida”. En el caso de esta utopía familiar de Ben y compañía, la crítica al sistema está, pero la gran diferencia es que no estaban solos, se tenían los unos a los otros, la felicidad sí fue compartida y eso hizo que Ben hablara de un “precioso error”.
A grandes rasgos, la cinta mezcla un montón de discursos y subtramas, teniendo como columna vertebral la crítica al sistema capitalista moderno, pero con un gran contenido íntimo y profundo, que va desde la familia, la muerte, el amor y la crianza.
Si tenemos que destacar a uno de los grandes responsables de hacer de esta película, una historia con fuerza, energía y contenido es al actor Viggo Mortensen, el que, con un papel digno de las nominaciones que tuvo, logra personificar a este patriarca cercano e inspirador. En sus hombros estuvo el peso narrativo de esta historia, acompañado de seis niños y niñas que rebosan la pantalla de un color y carisma únicos.
Finalmente, a “Capitán Fantástico” no la podemos catalogar como una película interesante (haciendo honor a la palabra que el mismo protagonista evitaba), sino que es necesaria y única. Necesaria porque nos trae una serie de reflexiones fundamentales para sobrevivir en este siglo XXI globalizado y capitalista, como también es única en su discurso, estética y energía.