Entre 2010 y 2021 la Comisión Estatal de Derechos Humanos de Chiapas recibió 266 quejas por abusos y tortura en contra de miembros de comunidades indígenas. De esa cifra, 145 quejas fueron presentadas contra policías estatales, 116 contra municipales y nueve contra elementos federales. Sin embargo, en el mismo periodo la CEDH sólo ha emitido cinco recomendaciones.
Por Christian González / Border Center For Journalists and Bloggers
Este reportaje es parte del Hub de Periodismo de Investigación de la Frontera Sur, un proyecto del Border Center for Journalists and Bloggers
En Chiapas, la fabricación de delitos y la práctica de tratos crueles e inhumanos han sido el binomio perfecto en detrimento de la población más vulnerable, los indígenas.
Entre los años 2010 y 2021, la Comisión Estatal de Derechos Humanos (CEDH) de esa entidad del sureste mexicano recibió 266 quejas por abusos y tortura en contra de personas de pueblos originarios.
De esta cifra, 145 quejas fueron presentadas contra policías estatales, 116 contra municipales y 9 contra elementos federales, según consta en la respuesta del organismo a una solicitud de información vía Plataforma Nacional de Transparencia (PNT).
Pese a la gran cantidad de casos, la CEDH sostuvo en respuesta a otra petición de información con folio 070136421000028, que en ese lapso sólo ha emitido cinco recomendaciones, una en 2016, dirigida a la Procuraduría General de Justicia del Estado, hoy Fiscalía General (FGE).
En 2019, emitió dos recomendaciones más que incluían a la FGE, a las secretarías General de Gobierno y a la de Seguridad y Protección Ciudadana, así como a la Presidencia Municipal de San Cristóbal de Las Casas. En el 2020 emitió otro par a la mencionada Fiscalía, mientras que el año pasado no hubo ni una.
Francisco Hidalgo, el indígena tsotsil que “olió la muerte”
A Francisco Espinosa Hidalgo, indígena tsotsil originario del municipio de Venustiano Carranza, ubicado en la región De los Llanos, Chiapas, le cuesta escuchar y ver, tampoco puede moverse bien. El 29 de mayo de 2015, entre 8 y 9 policías lo detuvieron y lo torturaron física y psicológicamente.
El hombre, de tez morena, con cabello y bigote entrecanos, apenas había salido de su casa con rumbo a otra propiedad cercana en donde efectuaría una limpieza y fumigación, cuando “el infierno” comenzó.
Según la víctima, los elementos lo subieron a la góndola de una camioneta blanca, en donde lo colocaron boca abajo, lo pisaron, le brincaron encima, le propinaron puñetazos y patadas y, además, le advertían que la orden era matarlo.
Durante el trayecto hacia Chiapa de Corzo, Francisco estaba casi inconsciente, pero lograba escuchar todo lo que los agentes decían. De hecho, contó, la intención era llevarlo al domicilio de un conocido líder cañero de la zona y excandidato a gobernador, Jesús Alejo Orantes Ruiz, mejor conocido como “Chus” Orantes, de quien supo, tenía la intención de golpearlo más hasta quitarle la vida, pero la decisión cambió.
Conforme a su versión, uno de los policías insistía en que el “patrón” deseaba que lo llevaran a su casa, pero como fueron vistos por otras personas en el lugar donde lo aprehendieron, desistieron.
En la Comandancia de esta última localidad, situada a 10 kilómetros de la capital chiapaneca, don Francisco fue presentado ante un alto mando policiaco, quien le lanzó una serie de cuestionamientos para inculparlo de un ilícito en el que no incurrió: robo a casa habitación.
Recuerda que, como su rostro estaba cubierto con su propia playera forzado por los agentes, no percibía bien con quién hablaba, sin embargo, tenía que contestar lo que le preguntaban. El comandante le advirtió que tuvo suerte, pues si lo hubieran hallado en el campo, sin testigos, lo hubieran asesinado.
Por horas, la víctima permaneció en un cuarto pequeño en donde había una mujer de alrededor de 35 años que fungía como secretaría y tomaba nota de la “declaración”.
El comandante insistía en que el labriego poseía armas y que era responsable de lo que lo acusaban. Como Francisco negaba su culpabilidad, dos hombres corpulentos llegaron para continuar con la tortura, pero antes le exigieron que se desnudara.
“Me golpearon como 100 veces en mis hombros, y luego me patearon en la espalda, columna, en mi cadera, ¡y bueno!”, rememora con voz pausada, pues el año pasado fue sometido a una cirugía de próstata, problema de salud que arrastra desde hace al menos una década y que, de acuerdo con él y sus familiares, empeoró con la tortura que sufrió.
El reportaje completo está disponible a través de la página: https://www.borderhub.org/noticias-especiales/tortura-y-fabricacion-de-delitos-a-indigenas-en-chiapas-la-herida-que-no-cicatriza/