La reconversión agroindustrial de la Región Lagunera es la única alternativa posible para que sea viable la vida humana en condiciones de salud y desarrollo.
Durante años académicos, activistas campesinos y periodistas comprometidos han denunciado las condiciones de sobreexplotación de los mantos acuíferos, la concentración del agua y la tierra en pocas manos, el costo en la salud y la vida humana de este modelo depredador.
Hasta ahora la más importante respuesta del gobierno federal fue el programa “Agua Saludable”, el cual solamente plantea surtir agua potable a los habitantes de la zona conurbada sin tocar la causa del problema: un modelo económico depredador de la vida tanto de la naturaleza como del ser humano.
Si no se denuncia el carácter capitalista de la agroindustria ganadera prevaleciente en la región no podemos plantear una alternativa válida y creíble de sustentabilidad para los pueblos que habitamos este enclave del desierto chihuahuense.
Por 140 años el desarrollo depredador ha dejado como consecuencia la contaminación del suelo, el aire y el agua de nuestra región. El arsénico, el plomo así como restos de DDT, pueden ser encontrados en la sangre, huesos y órganos de miles de laguneros, provocando una enorme prevalencia de males tales como cáncer, enfermedades hepáticas de piel y respiratorias.
Podemos asegurar que esta parte de los estados de Coahuila y Durango conforman uno de los llamados “Infiernos “ambientales” que señaló en su momento el doctor y ex secretario federal de Medio Ambiente, Víctor Manuel Toledo Manzúr.
Según datos presentados por la Comisión Nacional del Agua (CONAGUA) y publicados en el Diario Oficial de la Federación el 4 de enero de 2018, la diferencia entre la Recarga total Media Anual y el volumen de extracción del acuífero principal de la Región Lagunera, presenta un déficit de 113, 432 028 millones de metros cúbicos de agua, la extracción de agua se da por medio de 2,350 pozos de los cuales el 81.2% (1,494) son para uso agrícola y sólo el 11.6% para agua potable (184).
La explotación deficitaria ha llevado al acuífero a un agotamiento que pone en riesgo la salud humana y la misma viabilidad de la región, el actual modelo depredador agroindustrial es un enemigo de la vida humana, los costos ambientales ya son evidentes por lo que es urgente un cambio de rumbo en el desarrollo regional.
Durante poco más de 100 años el algodón impulsó la economía local. Su cultivo, industrialización y venta actuaron como locomotora del desarrollo regional, sin embargo a mediados de los años ochenta cedió su espacio a la industria lechera.
Dicha industria se aprovechó de la pobreza generada por la corrupción endémica de las instituciones dedicadas a apoyar al campo y fue apoderándose de las tierras y aguas de los campesinos utilizando las herramientas que la contrarreforma del artículo 27 constitucional puso en sus manos.
El cambio de paradigma agrícola provocó movimientos estructurales: miles de campesinos proletarizados emigraron a las fronteras o se enrolaron como mano de obra de la industria maquiladora, convirtiendo a las comunidades rurales en barracas dormitorios, perdiendo su vocación productora de alimentos.
La industria lechera se consolidó como la principal agroindustria, consumiendo la mayor parte del agua para la producción de forrajes y los procesos de la elaboración de la leche.
Desde hace muchos años los grandes agricultores han invertido en tecnologías que les permiten hacer más eficiente el uso del agua, sin embargo, esto no se ha reflejado en un ahorro del vital líquido, sino en un aumento de superficie cultivable.
Como ya se precisó se tienen registros de 1,494 pozos para uso agrícola, pero investigadores y pobladores del campo aseguran que existe un número mucho mayor de manera clandestina, este fenómeno es conocido popularmente como el HUACHICOLEO del agua llevado a cabo por grandes agricultores con capacidad suficiente para pagar la perforación y equipamiento que puede llegar a los 2.5 millones de pesos.
Aunado a lo anterior, los pozos no cuentan con medidores volumétricos y la autoridad no tiene forma objetiva de verificar que los usuarios extraigan realmente el volumen autorizado de agua.
Creemos que es imperante que de manera inmediata se equipen a los pozos con medidores volumétricos y que la CONAGUA pueda monitorear en tiempo real por medio de la telemetría.
Con estos antecedentes ya es impostergable la reconversión agroindustrial de la Laguna, no podemos seguir acabando con el agua y la tierra para favorecer una industria que en pocos años puede mudarse de lugar dejando miseria y abandono.