El sentido emprendedor y la colectividad son parte de su ser. Nacida en la ciudad de Torreón hace 32 años, Adriana María Vigné Calderón, es fruto del mestizaje de raíces oaxaqueñas y francesas, que aportaron a su genética la sensibilidad y una visión más abierta de la vida.
Aunque para lograrlo, tuvo que alejarse no sólo de la tierra que la vio nacer, sino de convencionalismos y paradigmas establecidos.
Desde niña fue inquieta y de espíritu libre. Hoy va dando pasos más firmes en su paso a la consolidación no sólo como artista plástica, sino como gestora cultural, ahora en la comunidad que le vio nacer.
El inicio de su concepto de colectividad
Adriana María siempre quiso estudiar arte. Tras varios intentos en diversas instituciones, probó suerte con su padre en un viaje de mochilazo por varias comunidades del estado de Puebla.
“Yo veía a los chavos que hacían pulseras, los fuegueros, toda la onda hippie, fue muy padre y ví que tenían una forma de supervivencia muy diferente a la que tradicionalmente te inculcan de, estudiar y luego te contratan”, cuenta.
Hizo equipo con su padre René Vigné con quien pisó por primera vez Oaxaca, donde conoció el concepto de tejido en macramé, experiencia que fue para ella toda una obra de arte, por lo que no tardó en aprender dicho oficio.
“Ahí conocimos a una señora que tejía en macramé, para mí era una obra de arte y quise aprender a tejer”.
A su regreso a Torreón, se juntó con la gente del Colectivo Casa Morelos, donde tomó clases de circo, “es todo un semillero de arte”, señaló.
Desde ahí comenzó ese sentido de colectividad, generando un espacio sustentable, que proponían shows de circo, eventos, talleres; la Plaza de Armas y la Alameda fueron el mejor escenario. Su mayor riqueza fue conocer personas con sentido autogestivo.
Su inquietud por seguir aprendiendo la hizo ir a Saltillo a estudiar la licenciatura en Artes Plásticas. Allí decidió abrir su primera casa cultural, una asociación civil llamada La Casa del Ciempiés que aún existe.
“Es un concepto del emprendimiento, en donde gestionó la renta de un espacio, se impartieron talleres, como un espacio de vinculación comunitaria. Incluso ganó una beca por prevención del delito, ya que atienden a familias. Había un cine, una pizzería, generando el apoyo a diferentes emprendedores”, reafirmando ahí su gusto por lo comunitario, a partir de una comunidad, señaló.
En la tierra de sus abuelas, en el estado de Oaxaca, continuó sus estudios de arte y circo. Allí creó otro colectivo y también hizo gestión y administración en una asociación civil con artistas reconocidos.
¿Pintar sólo por amor al arte o emprendimiento cultural?
Ella está consciente que al ser artista tienes que volverte una microempresa, hacer un producto cultural.
“El pintar se ve como un hobbie el pintar y no se toma muy en serio, es toda una carrera artística, no es un un complemento para los tiempos libres; no digo que esté mal, si es que se encuentra ese balance. La realidad es que sí se vive de ser artista, se batalla y hay que romper muchos estigmas”, afirma.
Apasionada como es, Vigné se esfuerza día a día en hacerle ver a la sociedad que se puede ser artista. Es una de sus grandes motivaciones.
“Volver a Mirar”, su visión nostálgica de su Torreón
En su reciente exposición en el Centro Comercial Cuatro Caminos denominada “Volver a Mirar”, Vigné mostró su obra en acuarela teniendo como visión tema diferentes aspectos de la ciudad de Torreón.
“Pintar en la técnica de acuarela fue mucho más rápido que pintar al óleo y yo tenía ganas de hacer la exposición como un gesto para Torreón”, puntualiza.
Su intención fue reflejar a través de su obra, la idea de volver a los espacios del Centro, a los lugares que llegó a visitar en algún momento de su vida, durante su infancia y adolescencia.
Con la transparencia y los colores de la acuarela, reflejó la nostalgia hacia sus raíces en La Laguna al vivir en otras ciudades. “Es el reconocer el valor y el carácter de la gente de Torreón”, dice emocionada.
¿Cuál sería la actividad que en este momento privilegiaría?
Adriana María Vigné asegura que se le puede apostar a todo: “Soy de la idea en que los negocios tienes que diversificar tus ingresos y no apostarle todo a una actividad. Pero tuve que encontrar un balance entre mi vida, mi trabajo y mi pasión.
Mis clases me sostienen pero también me apasionan lo que mis alumnos me retroalimentan, es mi sostén para poder experimentar y tener cierta libertad en mi trabajo artístico. Antes sólo me dedicaba al retrato por encargo, pero hoy además tengo venta de obra y la parte de encargo”.
Recientemente abrió un espacio denominado Rosa del Desierto, del Colectivo Ecológico Hecho a Mano, de la mano de otras emprendedoras: “la tiendita es una forma de visibilizar el trabajo de todas las emprendedoras que integramos este colectivo”.
Hoy la idea es hacer crecer el espacio que junto a un gran equipo de mujeres ha creado: “Quiero hacer crecer el espacio. Que se conozca y a las miembros del colectivo”.
Esta es Adriana María Vigné. Hoy no sabe lo que el destino le prepara. Está trabajando por consolidar raíces en Torreón.
Su madre y padre, su hermano. Su hija y a Gerardo, a quien considera todo un agente de cambio en su vida; agradece además a sus compañeras con quienes ha podido tener esa fuerza emocional y mental para salir adelante y su familia que la ha arropado en todo momento.
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Rosa del Desierto, un espacio del Colectivo Ecológico Hecho a Mano
Textiles para Maternidad, Alimentos orgánicos, cosmética artesanal, copas menstruales, joyería de plata, pañales de tela, psicoterapia, macramé, arte.
Facebook: Rosa del Desierto
Instagram: Rosadeldesierto.trc