Por Miguel Espino*
Cuenta la leyenda que la imagen del Señor de Mapimí iba a ser atacada en 1715 y por ello fue escondida en la Sierra de Jimulco en Coahuila. Los pobladores dicen que ahí le gustó para quedarse. Pero fue el templo de Cuencamé el que le dio asilo y desde entonces, cada año, los pobladores de Jimulco a bordo de decenas de carretas, peregrinan dos días para visitar a su rey. Aquí la crónica.
La tradición del Santo Cristo Señor de Mapimí representa una de las peregrinaciones populares religiosas más añejas en la Comarca Lagunera, zona que abarca municipios de dos estados al norte de México.
La historia se concentra en el año de referencia y la fiesta popular no se celebra en Mapimí sino en Cuencamé, Durango, extendiéndose hacia los pobladores del Cañón de Jimulco, en Coahuila. Esta historia conjuga la leyenda con los hechos históricos. Muchas narraciones, las más extraordinarias, se transmitieron de generación en generación y la costumbre se ha transformado con el paso de los años.
El profesor Anacleto Hernández, cronista del municipio de Cuencamé, relata que el jueves santo de 1715, los indios tobosos atacaron el Real de Mapimí, hoy Mapimí, Durango, mientras los habitantes, muchos de ellos mineros, paseaban al Señor de Mapimí por las calles. Según el cronista, la intención de los indios era destruir la imagen.
Los españoles trataron de defenderse, pero se dice que en la descarnada contienda murieron alrededor de 300 personas, entre españoles y criollos, principalmente. Sin embargo, los portadores del Cristo huyeron con la imagen rumbo a Santa María de las Parras, hoy Parras de la Fuente, Coahuila, que para entonces de acuerdo a los registros, era uno de los centros misionales más importantes de la región.
La imagen, de 1.95 metros de altura y hecha de caña de maíz, facilitaba su traslado. Pero al pasar por la Sierra de Jimulco, un lugar a 3 mil metros de altura que hoy se encuentra a 70 kilómetros de Torreón, cabecera municipal de Jimulco, decidieron esconderla debajo de un mezquite.
Un documento histórico escrito por el alcalde mayor de Santiago de Mapimí, Antonio Franco Lorenzo de la Sierra, explica que la imagen fue encontrada por una india que comunicó del hallazgo a unos soldados escolteros, quienes en ese momento caminaban rumbo a la misión de Santa María de las Parras.
Los militares, refirió el profesor Anacleto, informaron al padre de Cuencamé de la imagen. “El cura decide trasladar la imagen a Cuencamé, pero gente del Real de Mapimí empezó a reclamarla”.
Cuando el padre se ve en la disyuntiva de entregarla, de una manera muy salomónica deja la decisión a las mulas: “Hacia donde se dirijan, ahí se queda la imagen. Eso es parte de la leyenda; la realidad es que el Real de Mapimí quedó destruido”, platica el cronista.
La tradición oral menciona que la imagen quedaría en Cuencamé hasta que se le construyera un templo en Mapimí con las advocaciones del Santo Cristo Señor de Mapimí. Pero nunca se edificó la iglesia.
Actualmente las advocaciones son en honor de Santiago Apóstol. La imagen perdura aún en Cuencamé, aunque la iglesia está dedicada a San Antonio de Padua. “Aquí llegó como huésped”, aclara Anacleto Hernández.
Según los datos históricos, la imagen arribó el 6 de agosto de 1715 a Cuencamé, donde se hallaba una fortaleza militar. Los informes, comenta Anacleto Hernández, refieren que venían habitantes de la Sierra de Jimulco y de otras partes hasta Cuencamé, con la idea de resguardar el Santo Cristo por miedo a otro ataque de los indios. Así la gente velaba la imagen día y noche.
Desde entonces, pobladores principalmente del Cañón de Jimulco, recorren durante dos días 80 kilómetros aproximadamente, la antigua ruta hacia Cuencamé, por el Cañón de San Diego. Viajan familias enteras en carretas tiradas por caballos, mulas o burros, en lo que se ha convertido en una de las tradiciones populares religiosas más antiguas que aún persisten en nuestros días.
Diversas leyendas perduran. La que todos conocen es en la que hace años, nadie sabe en qué etapa, la gente de Mapimí trató supuestamente de llevarse al Cristo, pero por alguna razón inexplicable la imagen se agrandó y no pudo salir de la iglesia. Aseguran que al bajarla, las personas no pudieron llevársela porque incrementó su peso.
También hay historias de un Señor de Mapimí castigador. Cuentan que cuando un feligrés empezó a decir que no iría a la peregrinación en carreta, empezaron a morirse sus animales y fue hasta que dijo que siempre sí acudiría, que dejaron de morir. Otras de algún señor que en el viaje decidió regresar a Jimulco y entonces su carruaje empezó a incendiarse.
El cronista Anacleto Hernández, por ejemplo, tiene varios años realizando reliquia en la fiesta de aniversario de la llegada del Cristo. Pero un año optó por no llevarla a cabo: “Ese año un hijo de nosotros cayó preso. Es un Cristo que al parecer no admite medias tintas”.
Hay gente que asegura que lo ha visto derramar lágrimas o que su imagen se formó cuando un yogurt se derramó sobre el piso de una casa. Lo que es un hecho es que para los cuencamenses como para los habitantes del Cañón de Jimulco, la imagen se ha convertido en un símbolo de identidad, al grado que la tradición oral habla que en época de la Revolución, siendo Cuencamé enclave del villismo, los días festivos al Señor de Mapimí eran días de tregua.
Los generales y soldados pedían permiso para ir el día seis a adorar la imagen y dar las gracias. “En la corona, se conservaban insignias de algunos generales, en agradecimiento”, asegura Anacleto Hernández. En la actualidad, muchos habitantes que realizan el antiguo trayecto piden permiso en sus trabajos y si no los dejan, renuncian.
Hoy en día mucha gente ha dejado de acudir carretas y prefieren viajar directamente en camiones o coches. Comunidades como Juan Eugenio, La Ventana o San José de Zaragoza, son las que mantienen más arraigada la tradición de viajar en carruajes por la antigua ruta. Para ellos, dice Anacleto Hernández, representa una manda, una penitencia, pero también una forma de hacer acto vivo comunitario.
Fiesta donde se fusiona lo religioso y lo pagano que durante la pandemia cedió espacio pero que ahora se espera pueda ser retomada. El Sistema de Información Cultural del Gobierno de la República refiere sobre el Señor de Mapimí, que nueve días antes de la fiesta de la llegada del Cristo a Cuencamé, el 28 de julio, inicia un novenario en la Iglesia de San Antonio de Padua. Cada día hasta el 5 de agosto, diferentes comunidades aledañas a Cuencamé marchan en procesión por la calle principal hasta la iglesia.
Es así como el 2 de agosto parten los carruajes con los peregrinos llegando a Cuencamé el día 4. En novenario concluye el día 5 y un días después se celebra el aniversario del arribo de la imagen del Señor de Mapimí a Cuencamé. Todo el día hay reliquias a la entrada de muchos hogares y danzas en el atrio de la iglesia. Al día siguiente termina la celebración.
*Cursó el PFC Programa de Fotografía Contemporánea (Javier Ramírez Limón) 2018 Noreste – Saltillo, Coah. Ha sido catedrático de Ibero Torreón, labora como docente de Cultural Comunitaria con procesos alternativos de fotografía trabajando con infancia y juventud en Gómez Palacio, Dgo.