Por Rosario Varela Z.
En lo que ya está siendo una nueva tradición para conmemorar el 8 de Marzo, en la Región Lagunera se realizó una marcha multudinaria en la que participaron mujeres -principalmente jóvenes del área conurbada: Lerdo, Gómez Palacio, Torreón y Matamoros.
En esta ocasión se llevó a cabo el domingo 6 de marzo y nuevamente las organizadoras de la marcha no aceptaron hombres.
La consigna “hombre aliado tú eres el patriarcado”, resume el recelo de las marchistas a la presencia masculina. Admitieron solo a mujeres y convocaron a los medios de información a enviar a reporteras a cubrir el evento; el cuerpo policial en la Plaza Mayor de la Ciudad de Torreón también fue de mujeres -aunque a prudente resguardo, estaban los policías hombres.
La Marcha fue encabezada por la colectiva de las Madres Poderosas, un grupo de víctimas indirectas que claman justicia para sus hijas, algunas asesinadas hace más de ocho años. van al frente, desafiantes, cargando entre todas, la gran manta con los rostros impresos de sus hijas: Berenice, Dalia Jazmín, Claudia Alejandra, Cecy Eguía, Dana Milagros, Sharon Niño, Paola Montserrat, y Daisy Viridiana.
La frase rotulada “Teníamos un plan de vida” expresa el tajo cortante de su existencia. Decididas y sudorosas caminaron codo a codo aproximadamente 15 kilómetros bajo el candente sol lagunero, partieron de Ciudad Lerdo, atravesaron Gómez Palacio por todo el Boulevard Miguel Alemán y tomaron Torreón entrando por el puente plateado.
Ellas y el resto de las marchistas están escribiendo la nueva historia de la región, una historia sangrienta que nada tiene qué ver con las epopeyas masculinas villistas o carrancistas.
La sangre que se derrama ahora es de mujeres y las matan sus cercanos, pero también desconocidos hombres.
Es una guerra feminicida, es la guerra contra las mujeres de la que habla Rita Segato, son crímenes que se dan en los márgenes del género -no son crímenes pasionales-, son asesinatos de mujeres en la guerra informal del patriarcado para la cual no hay un horizonte de término y tampoco códigos de honor qué seguir.
Son solo una mínima muestra de las centenas de mujeres que han perdido la vida en la Laguna y cuyos nombres se pierden entre el sensacionalismo de los medios y las redes sociales, la impericia e impunidad del aparato de justicia.
Su muerte la sobrellevan sus familias como un duelo individual, privado y silente (por el miedo, la pena, la resignación o la conciencia de que de nada va a servir exigir justicia).
Pero en el caso de Las Madres Poderosas su peregrinar por las instancias judiciales las han hecho resilientes.
Su duelo es un duelo social y político, no solo claman justicia, sino también reparación de daños; son abuelas agotadas que están pasando nuevamente por un proceso de crianza ahora de sus nietos huérfanos, y el estado indolente las ha dejado solas.
Dice Buttler que si estamos interesados en detener la espiral de violencia para obtener resultados menos brutales, hay que preguntarse qué debe hacerse políticamente con el duelo además de clamar por la guerra. (Butler, 2006:14).
Aunque el contexto es muy distante, pero el sentido aplica el duelo de las Madres Poderosas. Ellas han transitado del dolor individual a un duelo compartido y acompañado por las colectivas feministas.
En la Marcha van al frente, crecidas en su dolor y mostrándolo públicamente y con ello exhibiendo las fallas de la justicia para las víctimas.
Después de ocho años, alguna de ellas ha conseguido algunos logros en la investigación, pero la mayoría de los casos siguen estancados.
Lo denuncian públicamente en la Plaza Mayor a la que finalmente llegan.
Atrás les siguieron cientos de mujeres cada una cargando su propio dolor: una amiga o familiar desaparecida, otra tirada al Canal de Sacramento -y deja huérfanas a dos niñas, una niña asesinada por su padre, la nieta violada por el abuelo que ahora ha crecido y dice que ya no callará jamás, la Madre de la menor violada por el tío a quien la dejó a resguardo, la novia violada por el novio, el esposo ausente que no da la pensión alimenticia.
Las mujeres están librando sus propias luchas “Á(r)mate Mujer”, “la Revolución será Feminista o no será”, dicen sus carteles. Por el bien de la sociedad, esperemos que así sea, pues no hay en el horizonte otra utopía que nos pueda dar una esperanza civilizatoria.